“Mirada perdida, ausente, volante,
exenta de prejuicios habituales
mostrada al mundo sin querer
desde ese espacio personal
en el que un suspiro exhala
todo ese vacío que transportas
y el rostro se convierte en nada
por el ingrato todo que llevas dentro.
Durante esos segundos rojos,
esperando a ese verde alocado,
respiras hacia dentro y mueres
porque la vida pesa
más que el vehículo que conduces,
y aunque la belleza te acompañe
aunque la juventud esté en tu cuerpo,
te sientes exento de todo
y dueño de daños
y sin nada tuyo...
señor de todo el vacío y pesar.
Ya el ritmo apremia
y aceleras para seguir tu destino
ese al que una vez llegues
ocultarás tu verdadera mirada
porque toca ser
una estética habitual
aburrida, aséptica, cómoda
en la que se ha convertido
tu vida.”