“Paso la vida enmendando errores,
creo que corregirlos es lo correcto,
me preocupa volver a cometerlos,
me siento mal ante su recuerdo,
prevengo y reprimo a otros por los míos,
educo para que no caigan mis hijos...
son la infamia que uno de sí mismo recuerda.
Pero tolero algunos interesadamente,
y me justifico ante los que exploto,
porque soy de los que a otros designo
aquello que exudo por mis poros
al llevarlos tan dentro de mil alma
que son parte de mi corazón,
mi fragancia personal,
característica propia intrínseca,
querido y buscado y ansiado,
aunque no lo reconozca.
A pesar de todo,
como cualquiera,
sin ser distinto a nadie,
no quiero ser señalado,
no quiero ser humillado,
no quiero ser anulado,
no quiero quedar indefenso
porque sólo admito mi imagen.
Ahora, que ya me siento algo viejo,
y me fallan ciertas fuerzas,
y sólo ya no me valgo tanto
y me siento extraño en el presente,
y el tiempo aplaca mi brío,
veo claramente que el error vital
se convierte en carácter
y uno se forja en él.”
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