“Si supieras el destino
pero no cómo a él se llega
creerías tratarse de un viaje
con principio y fin asegurado.
Si supieras del trayecto
pero nada del destino
quizá en atracción te subieras
y te inundara la oxitocina
si es que lo apetecido fuera,
de lo contrario el cortisol
el trayecto amargaría.
Pero realmente
es por mínima repercusión:
un roce, una brisa,
una chispa, una ilusión
lo que inicia todo viaje
y así como una piedra
choca con otra y nada saben
es que nosotros esperamos
un destino previsible
un recorrido concreto
y experiencias asumibles
en el contínuo suceder
que va apareciendo.
Sabemos que todo está inmerso
en dinámicas que acaparan nuestra ignorancia
y en ello nos manejarnos
para intentar uno u otro resultado
de los previsibles, concretos y asumibles
con suerte, devenir o caos.
A veces, quizá muchas veces,
o siempre,
sucede lo que tiene que suceder
y nuestra naturaleza nos ciega
ante los elementos implicados
que obviados o ignorados
generaron ese desenlace,
reconociendo que con ellos
era el único final posible.
Es ley natural
que lo que pueda ser será
al reunirse los elementos
no pudiendo suceder nada distinto
de lo que por estas dinámicas
haya que ser.
Todo está sucediendo
y sólo somos esas piedras
que atrapadas en su devenir
chocan y nada saben
pero su ignorancia viven
con sorprendente vitalidad.”
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