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20 dic 2024

Crisis

Foto generada por IA de Gemini 2.0

Bendita hora en la que se me ocurre a mí pensar en estas cosas. La cuestión es que hoy me he levantado con la palabra motivación y en ella estoy. Obviamente hablo de mí mismo.

He preguntado a las inteligencias artificiales si puede existir alguna persona, o personalidades, que tengan altas potencialidades y bajas motivaciones y me han dicho que sí, y que normalmente está relacionado con personalidades que se aburren con la vida normal ordinaria, pero que sin embargo cuando la vida les ofrece un verdadero y auténtico reto, entonces es cuando se superan. Dejo fuera consideraciones de si hace bien o mal en el día a día.

La cuestión es que no todo el mundo se motiva por las mismas cosas por atractivas que parezcan, la cuestión es que cada cual tiene un ser interior que predomina en todo cuanto hace, la cuestión es que cada uno ha desarrollado su personalidad que dentro, y por ese contexto que le ha ido tocando vivir, la cuestión es que no todo significa lo mismo para todos.

Estas consideraciones me hacen comprender que cada cual ha de encontrar su centro, siempre y cuando eso sea lo que está buscando, porque hay quienes no necesitan ni recapacitar puesto que se valen con lo que la vida les va dando y en relación a ello van actuando, casi que las envidio.

Desde luego, que es una pena encontrarse con personas que no están motivadas por la realidad, porque esta no les supone aliciente, más allá de las endorfinas necesarias adquiridas por esta o aquella sustancia o emociones, o de cómo los estrógenos aprieten, o de la testosterona como motive a ese ser natural que uno es… Me parece que las hormonas son las verdaderas motivaciones vitales, ¿no crees?.

Probablemente suceda que cada cual deba hacerse una reflexión interior llegado cierto momento de su vida importante, y por lo general estará relacionada con la comprensión de su motivación vital.

Todos pasamos crisis, una o varias, y estas son las que nos van recolocando, recomponiendo o significando vitalmente dentro de la realidad que toca vivir. Realmente las crisis son adaptativas, por desalentadoras que parezcan, son ese momento que nos propone un choque con la realidad y ante el que tenemos que adaptarnos o morir, si, has leído bien, morir.

Algunas personas encuentran una orientación, una guía o pautas en un momento de su vida que les permite seguir esa guía para el resto de su tiempo y es favorable para ellas, porque han sido capaces de ir adaptándose a las necesidades de la vida con éxito, pero sin embargo no son capaces de sentirse centrados, y llegando a determinados eventos personales, que siempre serán importantes para ellos, se ven frenados, desmotivados y/o paralizados porque realmente no están en sintonía.

El día día y los quehaceres habituales, no hay más que el acometerlos por el mero hecho de ser animales dentro de la sociedad en la que hemos caído, pero tras todo ello late esa inquietud ignota que nos hace personas, que cuando no está siendo ensordecida por toda esta normalidad, surge, y surge porque no se ha superado, porque no se ha atendido, porque no se comprende, e incluso no se es consciente.

No es lo mismo persona que animal, no es lo mismo un ser con voluntad propia que un ser al que le sometemos para que nos de lo que le pedimos, aunque hay personas que se conviertan en mascotas cuando entran en una relación, pero eso es otro tema, así que lo que te motiva no es otra cosa que ese ser con el que naciste y poco a poco se ha ido amaestrando para convertirse en el ser social que eres ahora, lo cual no es intrínsecamente negativo salvo que no te permita escuchar a tu ser interior, y es por eso por lo que te vienen las crisis existenciales.

Bueno, solamente es una reflexión. 

15 dic 2024

Las pinzas de la ropa...



Cuando era pequeño, no superaría los 8 años, seguro que ni llegaba a los 7, recuerdo que el objeto que más me impresionaba eran, las pinzas de la ropa.

Eran objetos llenos de magia y misterio, porque dos piezas de madera unidas a ese metal que tenían entre ellas, cuando conseguía abrirlas y meter mi dedo dentro, el dolor que recuerdo era enorme, y a demás servían para que el viento no se llevara la ropa que se tendía, unas veces era mi madre y otras eran otras personas, normalmente mujeres, no recuerdo hombres.

Yo vivía en un quinto piso y teníamos lavadora, pero me encantaba ver cómo sacaban la ropa de esa máquina y prenda a prenda ir encaminándolas en la línea de tendedero, sujetando cada una con dos o tres pinzas, o incluso cuatro cuando eran sábanas, según su longitud.

A veces, por el motivo que fuera, que yo no imaginaba, alguna de las piezas de madera conseguía liberarse de su unión metálica, y se podía volver a colocar, quien tuviera fuerza y sabiduría porque yo no, y como si nada, volvía a ser esa cosa maravillosa que en mi mente era una fantasía llena de magia.

Yo no sabía de dónde salía esa tremenda fuerza que para mi tenían esas maderas, y que gracias a la pieza metálica que las unía, eran domadas para que hicieran lo que tenían que hacer, pero que si no lo hacías bien entonces las maderas se encargarían de hacerte saber de su mágica fuerza, y ¡vaya que si dolía! en el dedo, en la oreja o en la nariz, y cuando te pellizcabas la piel del brazo o las piernas, eso era mucho peor! A veces me pellizcaba entre la madera y el metal, eso dejaba un pellizco visible muy doloroso.

Más a delante hasta aprendí a fabricar lanzapiedras sujetando la pinza en un extremo de un palo recto, con una púa o pegamento, y en el otro extremo colocando una goma elástica, que al tensarla, la fuerza de la pinza sujetaría la piedra, hasta el emocionante momento de presionar la pinza y liberar la munición que saldría disparada hasta impactar con el contrincante. La mayoría de las veces no llegaba a dar a nadie porque en el fragor de la lid, era muy difícil apuntar correctamente. En realidad nunca le puse nombre a ese arma, creo que todos la llamábamos escopeta o algo así, en mi imaginario lo tengo asociado a ese nombre. Ahora que lo pienso, en realidad nunca llegué a jugar a eso, pero lo recuerdo porque otros sí lo hacían. Yo fabricaba esta arma para apuntar al suelo o algún bicho, porque ellos si que se lo merecían, sobre todo los alacranes y las arañas. Por cierto, nunca tuve puntería.

Ahora ya lo sé, es un muelle el que hace la fuerza, y no las piezas de maderas que actúan como palancas, pero entonces me parecía, dentro de mi infante imaginación, mágico.

De hecho, ahora cuando tiendo la ropa yo, porque yo tiendo ropa como toda persona que se precie, me viene a la cabeza esta historia que, quizá me marcó por la intensidad con la que lo viví en mi imaginación generándome un sentimiento que aún perdura. Como es natural, ahora creo que las pinzas de ahora son peores porque a penas hacen presión, pero igual es porque la emoción que yo sentía en aquellos momentos de mi infancia me embargaba con tal intensidad que me lo marcó con una tinta indeleble mi ser y, aunque ya soy muy mayor, no paro de hablarles a las pinzas cuando sujeto las piezas de ropa, y las escucho para comprender si harán bien o no el cometido que les encomiendo dentro de las circunstancias de viento a las que tendrán que someterse.

Sobre todo para no perder yo mis prendas, pero, cuando alguna pinza se desmonta, porque ya tengo mucha fuerza en los dedos y a veces las desmonto sin darme cuenta, entra en mí un cierto sentimiento de pesar por haberle despojado de su dignísima función, ya sabes, domar a las piezas de madera que le dan su maravillosa forma.

Bueno, qué cosas, ¿verdad?

¿A que las pinzas de ahora son peores que las de antes?

podcast

Os presento los audios en los que he dividido un ensayo que espero os cale. Aunque está ordenado desde el último al primero, aconsejo empezar por el principio.