“La luz, a veces, duele...
cuando al levantarme del necesario sueño,
cuando traspaso el umbral de las sombras
cuando me ciega una ráfaga relampageante,
o cuando arremete una realidad
desagradable o indeseada,
entonces el ojo, se duele,
y los párpados se cierran con fuerza
hasta formar apretadas arrugas
como queriendo aumentar el espesor de la piel,
e incluso las manos tienden a interponerse,
con los dedos extendidos,
entre ese maldito rayo y la bendita pupila
que al no soportarlo, de tanto que duele,
instintivamente, lo rechazo.
Pero la luz siempre es buena,
me permite distinguir el mundo,
admirar toda su belleza,
extasiarme o conformarme
con su realidad cromática,
perderme en los contrastes
o sublimar las formas,
así que la luz...
siempre es buena.
Pero, ¡ maldita luz que me dañas !
porque a ti necesito acostumbrarme
a tu intensidad, a tu color
pero una vez acomodado
bendita seas,
¡ bendita por existir
sea cual sea tu procedencia !”
cuando al levantarme del necesario sueño,
cuando traspaso el umbral de las sombras
cuando me ciega una ráfaga relampageante,
o cuando arremete una realidad
desagradable o indeseada,
entonces el ojo, se duele,
y los párpados se cierran con fuerza
hasta formar apretadas arrugas
como queriendo aumentar el espesor de la piel,
e incluso las manos tienden a interponerse,
con los dedos extendidos,
entre ese maldito rayo y la bendita pupila
que al no soportarlo, de tanto que duele,
instintivamente, lo rechazo.
Pero la luz siempre es buena,
me permite distinguir el mundo,
admirar toda su belleza,
extasiarme o conformarme
con su realidad cromática,
perderme en los contrastes
o sublimar las formas,
así que la luz...
siempre es buena.
Pero, ¡ maldita luz que me dañas !
porque a ti necesito acostumbrarme
a tu intensidad, a tu color
pero una vez acomodado
bendita seas,
¡ bendita por existir
sea cual sea tu procedencia !”
Felicidades, David.
ResponderEliminar(Por hoy, martes, 14 de diciembre)
Muchas gracias, Paco.
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